September 3, 2023, by Cuba Research Forum

Antropología femenina en la poesía de Nicolás Guillén 1922-1943. Una visión de género.

Resumen: lo femenino en la obra de Guillén.// Summary: the feminine in Guillén’s work.

El contexto cultural cubano en las primeras décadas del siglo XX.

La cultura cubana ha sido permeada de influencias provenientes de diversas partes del mundo. Un proceso iniciado a fines del siglo XV, en que llegaron los españoles a estas tierras antillanas. Desde entonces la cultura local, proveniente de sus habitantes originarios, poseedores de una vasta espiritualidad, ha recorrido un complejo proceso de conformación y de reafirmación que transita ya las primeras décadas del siglo XXI.

Ese proceso constituye uno de los más fuertes pilares de la nacionalidad cubana, y se erige en vehículo portador de “la cubanía” por todos los rincones del orbe. Artes plásticas, danza, teatro, literatura entre otras manifestaciones, conforman todo un complejo universo, y a la vez un ininterrumpido proceso de búsqueda y afianzamiento de lo singular dentro de lo general.

Entre las artes, la literatura y dentro de ella la poesía, goza de una singular atracción por seguidores de todas las edades y amantes de los diferentes estilos y temáticas, a los que sin embargo se les debe todavía en buena medida, la perspectiva de verla desde otras ópticas, con nuevos enfoques que la enriquezcan y la consoliden.

No es desatinado afirmar que su análisis desde un enfoque de género puede contribuir a un mejor entendimiento de los fundamentos y los planteamientos de la poesía cubana. Sobre todo la escrita durante la primera mitad del siglo XX. Hija de una época influida por los “ismos” que acompañaban a todo el quehacer artístico de la época, y que encontró en la vanguardia artística su sustento espiritual.

Esa situación coincidió en el tiempo con la etapa de reafirmación de la mujer en su búsqueda del lugar social que por derecho le correspondía. Un rol negado por la sociedad, debatida entre paradigmas machistas caducos y las nuevas inspiraciones que alimentaban sus anhelos de emancipación. Un tiempo de cambios sociales hacia el modernismo que significó la entrada de Cuba en la era “republicana”.

Durante la primera mitad del siglo, los reclamos políticos por el voto fueron la principal bandera enarbolada por las mujeres cubanas. A esto pronto se le unieron otras aspiraciones como la lucha por la igualdad de derechos laborales, la inserción en el mundo social y en definitiva, de la ruptura de un estatus que la colocaba en el centro del hogar, un estrecho mundo al cual estaba confinada desde cientos de años atrás.

En ese escenario surge el movimiento vanguardista en las artes cubanas. Bajo el signo de la poesía, (Anderson, 2005, t/2), “… se forman dos grupos de poetas: los poetas puros…y los poetas sociales…”, incluyendo a Nicolás Guillén, nuestro Poeta Nacional en el segundo. El poeta, comprendido por el propio autor entre los cultores de la denominada poesía negra, catalogado como el representante mejor de esta poesía, también denominada de combate por su contenido fuertemente social.

Llegar a ese punto costó al poeta una dura faena de búsqueda, de consolidación y de afianzamiento de un decir propio en la poesía cubana que trasciende a lo universal por sus valores literarios y sociales. Identificar claves de comportamiento no bastaba, había que ir a lo profundo de la Cuba marginada, allí donde empatía y resiliencia se daban la mano en solares y barrios marginales. Lugares habitados por seres humanos desplazados a la periferia de una sociedad egoísta, sexista y sobre todo, excluyente.

Sin embargo no puede ignorarse la complejidad del proceso social que implica la transformación de la subjetividad en medio de un contexto tan hostil como el existente entonces en Cuba. Superar estereotipos, y asumir novedosas e irreverentes formas de pensar y de ver la vida en todas sus dimensiones conllevaba la necesidad de refundarse como individuo.

En el caso de Guillén este cambio se produjo simultáneamente en el joven intelectual revolucionario que ya descollaba por su acción antimperialista y militante, con el hombre que comprende la impostergable transición que debe enfrentar ante los retos y desafíos sociales erigidos ante sí.

Así, Guillén escala en madurez intelectual al tiempo que fortalece su vocación social y política. En su caso el poeta es dueño de su derrotero tras cada verso, “El tono vanguardista de Nicolás Guillén es mesurado, sin estridencia ni dislocamientos. Le basta la despreocupación formal, el desdén hacia la métrica y la rima, la naturalidad rayana en prosaísmo; y que predomine lo temático sobre lo metafórico, la idea sobre la imagen.”(Augier, 1979)

Contribuir a develar las claves por las que transitó el poeta en esta cuerda poética, implica un acercamiento a su visión de la mujer, a su universo erótico relacionado con la figura y el rol femenino en la vida, y más allá. Requiere de un análisis que sin pretender profundizar en una perspectiva de género, posibilite conocer, al menos en sus rasgos más generales sus concepciones, sus sentimientos y sus puntos de vista acerca del lugar y el papel que le correspondía asumir a la mujer en medio de aquella sociedad prejuiciada y androcentrista.

En relación con esto, lo primero que llama la atención en la poesía de Guillén es la ausencia casi total de alusiones a la mujer blanca. Sobre este asunto, valgan como hipótesis para futuros estudios al respecto, estas interrogantes, ¿acaso constituye una muestra de prejuicios raciales, teniendo en cuenta el marco histórico que le correspondió vivir, un intento por resaltar el sector negro y mestizo de la sociedad cubana, marginado y preterizado por siglos? o, ¿sólo asimilación consciente de la negritud como parte de las raíces más profundas de la cultura cubana, enterradas en la mezcla de sangre aborigen, europea, africana, asiática, indoamericana…?

La historia ha demostrado que el poeta expresa la necesidad de crear y profundizar la conciencia social sobre esa problemática, traducida en la insuficiente visibilidad de un sector social doblemente oprimido; por ser negro o mestizo, y ser pobre y desclasado. No es ocioso recordar la militancia revolucionaria, antimperialista y comunista de Guillén, sus constantes luchas y denuncias de la situación imperante.

Su prosa, igualmente aguda y crítica de la realidad profundamente hostil, sirve de ejemplo para justificar su posición política. A través del contenido de artículos, crónicas y comentarios, esto se hace palpable. Enrumba su obra en apoyo a los que, bajo el eufemístico denominativo de “no blancos”, sufrían vejámenes de todo tipo en una república “moderna, democrática y respetuosa de los derechos ciudadanos”.

Con su presencia perenne en la poesía de Guillén, la mujer emerge como símbolo y fetiche, como ser sexual y compañera. Figura cimera en una combinación de versos, en su mayoría sincopados a la manera de una “rumba de cajón”. Verso y rítmo fundidos en una expresión artística tan cara a cualquier cubano por distinto sea su origen de raza o estado social. En todo caso, exalta las virtudes y las potencialidades femeninas, en una suerte de canto a la vida y al optimismo, en cuya valoración no puede faltar la arista religiosa de origen africano.

Mujer; del mito religioso a la poesía de Nicolás Guillén.

No puede hablarse de la poesía de Nicolás Guillén sin tener en cuenta su acendrado conocimiento de las tradiciones y cultos afrocubanos. Más si se tiene en cuenta a la religión en sí misma como parte del hecho social, sociológicamente visto. Una expresión cultural de una fuerte carga antropológica, en la cuál lo mitológico confluye en sus significados de fábula, fantasía y relato.

La poesía de Guillén contiene de todo eso un poco, formando una amalgama nutrida de fuentes bien determinadas. Muestra sobre todo de que, “[…] una cultura sin mitos es cultura desvalida, a medio hacer. Como un árbol sin hojas. Los poetas, con ese subjetivismo lúcido que los caracteriza, con esa mentalidad forjadora de mitos y realidades, pocas veces dejan de tener razón.”(Sabater, 2007)

Esas palabras del poeta francés Valery, citadas por la autora, vienen a reafirmar la importancia de las tradiciones conformadoras de la identidad cultural para cualquier autor. En el caso de Guillén, un universo cultural forjado a través de siglos de un mestizaje raigal, origen y raíz de nuestra actual identidad.

La razón primordial de Guillén estriba en hablar de la mujer “en cubano”. En ver con múltiples miradas desde diferentes ángulos a la mulata-mito sexual como parte del imaginario. Elemento vital de la idiosincrasia y de los valores construidos sobre el amor, la vida, la maternidad. A veces personificados en una imagen vívida y fuerte de la mujer-pilar de la familia y de la casa. Otras veces desde una mirada mítico-poética de lo africano como factor inseparable de la cultura y de la identidad cubana. Una visión solo posible a partir de un enfoque que la piense acorde con su historia, su dinámico desarrollo y las perspectivas del mismo.

No sin razón afirman especialistas e investigadores que el mito en la cultura cubana es, en primera instancia, de origen africano. En el caso de la mujer, encarnado en deidades como Changó y Ochún; dios del fuego, y del amor y del oro, respectivamente. Equiparados con seres vivos, reales, de nuestra sociedad. Patrones de vida.

En este caso para la poesía de Guillén, de presencia continua con fuerza y sistematicidad en el arte musical, la danza, la literatura, la plástica y los instrumentos musicales. Pero también en el modo de ser cubano, de percibir la realidad, de enfrentar problemas, presente en los sueños, expectativas y previsiones sobre la vida y la muerte. Rezumando optimismo.

Tampoco es factible, ni posible, olvidar la vocación irrevocable de cubanía presente en Nicolás Guillén. De su arraigo a las raíces que le dieron vida y de la nación en que vio la luz por primera vez y en la cual cerró los ojos para transportarse definitivamente a ese otro mundo afable, supra terrenal y celestial en que habitan los poetas.

En eso radica el otro elemento de fuerza en la obra de Guillén. En su dominio del idioma, de sus variantes más autóctonas a las más elaboradas. Indetenible cauce de ideas, conceptos y discernimientos acerca del ser humano y de su rol en la existencia de la Patria, forjada a golpe de sacrificio y de voluntad. Convicciones reafirmadas en más de una ocasión por su pensamiento y su acción. De lo cual dan testimonio algunas opiniones, contenidas en las prosas escritas sobre la marcha de la vida, como al pasar.

Una, escrita al regresar a su Camagüey natal. Elocuente en su sencilla y a la vez contundente verdad; “Cuando uno regresa al lugar en que nació, después de una ausencia larga, redescubre su pueblo. A veces lo “descubre” simplemente. Otras, reconocimiento del origen de su poesía; “[…] de la periferia arrancó la marcha hacia la entraña… Así en Cuba… Drama afroespañol: toda la imborrable mulatez de la isla. Digamos, pues, poesía negriblanca… Es poesía que quiere ser de una y otra sangre, mezcladas, hechas una sola, hechas la sangre de Cuba[…]” (Guillén, 1975)

Bitácora femenina sobre versos de Guillén.(*)

Hay en la poesía de Guillén, en su versificación transgresora de métrica, estilo y semántica, una telúrica compulsión de fuerzas similar a las que van posesionándose de los bailarines al ritmo compulsivo de los tambores batá. Ritmo, cadencia se funden con fuerza, sensualidad, sentimiento en cada poema, en cada estrofa, en cada verso en constante burla a moldes y significados. Y junto a esto, el erotismo más fino habitando en ellos como güijes y madres de agua juguetonas; misteriosos y atrayentes. Unas veces mostrados en deseos y ardientes sensaciones; otras, serenos y tenues, como la brisa en la tarde tras un día de intenso sol. Pero siempre presentes como constante, y recurrentes como un requiebro de amor.

En el poemario Cerebro y corazón del año 1922, obra de las primeras escritas por el futuro Poeta Nacional, aparece ya una visión onírica de la figura femenina como puerto seguro para descargar emociones y vaciar sentimientos. Mujer-sexo, cuerpo explorado como suelo virgen que sin embargo no deja de ser atrayente. Misterioso, lúdicro en su figura, provocador en su donaire, deseosa y deseada, como en “Aguafuerte”;

Unió la noche al resplandor del día
para formar tus ojos, el Arcano,
y en tu cuerpo juncal y soberano
puso el fuego eternal del Mediodía.

[…]

Y finge así tu obscura cabellera
un cielo tempestuoso, en el que hubiera
puesto su firma esplendorosa un rayo.

Para el poeta es la mujer universo que lo abarca todo. El verso, discurso antropológico sobre el cuerpo femenino traducido en toques de batá, convulsos, catárquicos. La mujer como centro de la poesía, admirada y admirable en su sensualidad. Reto a duelo, provocación hecha deseo. Martirio sagrado como en “Granate”.

Ya en tu carne hay ardores meridionales,
y en tu cuerpo magnífico de pantera
una jocunda y cálida primavera
dibuja esplendorosas curvas triunfales.
Amor prende en tus ojos llamas sensuales;
la sangre ya empurpura tu faz de cera
y bajo tu camisa, blanca y ligera,
tus senos incipientes son dos puñales.
Mas yo sé que tus labios, donde está preso
el beso -esa libélula roja y rara –
no saben del encanto gentil del beso…
¡Feliz yo si lograra que en ansia loca
mi ebria boca de sátiro derramara
la dulzura de un beso sobre tu boca!

Del propio Cerebro y corazón es el “Poema de las manos amables”. Una composición en cuatro sonetos donde el autor recorre el ciclo de la vida y sus vericuetos familiares, sentimentales. Culto a la figura femenina erigida en un todo, en todo, en todas partes y en todos los momentos de la existencia. Símbolo de la perennidad de la mujer-maternidad, en tanto fuente de vida y de calor, de luz y de consuelo.

I. Manos, las de la Madre
Manos que, hechas de amor, tejéis amores
sobre las misteriosas lontananzas
y en nuestros duelos y desesperanzas
regáis la senda trágica con flores…

II. Manos, las de la Hermana
Cándidas manos fraternales; puras
manos las de la hermana casta y buena
que en la copa de hiel de nuestra pena
derramáis el licor de las venturas…

III. Manos, las de la Amada
Manos de terciopelos y azucenas,
hechas para tejer las musicales
urdimbres de dorados madrigales,
o para consolar duelos y penas…

IV. Manos, las de la Muerta
Lánguidas y marchitas mariposas
nostálgicas de luz y primavera,
que unís, al misticismo de la cera,
el desfallecimiento de las rosas…

El año de 1930, en plena efervescencia de las luchas populares contra la dictadura machadista, Nicolás Guillén escribe Motivos de son. Sin dudas, una obra definitoria para el poeta y su estilo, en el que ya puede apreciarse un predominio de la versificación fácilmente identificable.

Aparece en el poemario la problemática social más profunda y abarcadora de la realidad cubana. La mujer (mulata, negra) comienza a verse desde otro ángulo, más humana, más en paridad con el hombre. Reclama para sí derechos que hasta entonces no se atrevía siquiera a insinuar, expresados con toques simpáticos, como cosa corriente. Versos intencionados que muestran otros intereses, ocultos tras la aparente superficialidad. En sus estrofas pueden palparse además, sentimientos como el desdén amoroso sufrido por el hombre, una especie de resignación obligada al no ser correspondido, sensaciones expresadas en la composición “Mulata”.

Ya yo me enteré, mulata,
mulata, ya sé que dise
que yo tengo la narise
como nudo de cobbata.
Y fíjate bien que tú
no ere tan adelantá,
poqque tu boca e bien grande,
y tu pasa, colorá.
Tanto tren con tu cuerpo,
tanto tren;
tanto tren con tu boca;
tanto tren;
tanto tren con tu sojo,
tanto tren.
Si tu supiera, mulata,
La veddá;
¡que yo con mi negra tengo,
Y no te quiero pa na!

Esas representaciones de la mujer se mezclan con otras motivaciones. La del hombre que es conminado por su compañera sentimental a “mantenerla”, al tiempo que se declara hastiada de la casa, de su dependencia, y necesitada de algo más que lavar, planchar, cocinar. Todo en medio de un escenario social signado por la fuerza de la lucha femenina por sus derechos…

Búcate plata
Búcate plata,
búcate plata,
poqque no doy un paso má:
etoy a arró con galleta,
na má.
Yo bien sé como etá to,
pero, biejo, hay que comé;
búcate plata,
búcate plata,
poqque me boy a corré.
Depué dirán que soy mala,
y no me quedrán tratá,
pero amó con hambre, biejo,
¡qué ba!
Con tanto sapato nuevo,
¡qué ba!
Con tanto reló, compadre,
¡qué ba!
Con tanto lujo, mi negro,
¡qué ba!

Para 1931 Nicolás Guillén da muestras de un amplio registro versificador, de lo cual su libro Sóngoro cosongo es muestra evidente. En las composiciones incluidas allí, es reconocible el folklore negro integrado con la tradición hispánica. Por encima de eso, es poesía, creación verbal, seriedad. Un conjunto de metáforas líricas en las que la Mujer-símbolo social sigue siendo sensual, pero contextualizada en los nuevos tiempos que corren.

Entre obstáculos y humillaciones la mujer se abre camino, muestra sus potencialidades y se convierte en “otra misma”; reina de la casa, pero también elemento social de inusitada atracción. Conocedora de sus dones, los maneja, no con lujuriosa intensión, si no más bien como un llamado de atención. Advertencia de que aún en las nuevas condiciones sigue siendo la misma, que está ahí, cuestión presente en poemas como “Mujer nueva”.

Con el círculo ecuatorial
ceñido a la cintura como a un pequeño mundo,
la negra, mujer nueva,
avanza en su ligera bata de serpiente.

[…]

Chorro de sangre joven
bajo un pedazo de piel fresca,
y el pie incansable
para la pista profunda del tambor.

[…]

Tu vientre sabe más que tu cabeza
y tanto como tus muslos.
Ésa
es la fuerte gracia negra
de tu cuerpo desnudo.
Signo de selva el tuyo,
con tus collares rojos,
tus brazaletes de oro curvo,
y ese caimán oscuro
nadando en el Zambeze de tus ojos.

Cuatro años después, en 1934 ve la luz West Indies Ltd., donde se intensificó la nota cívica, polémica, antimperialista que antes era ocasional. Ahora aparece como sistemática alusión a la realidad y a la necesidad de contribuir a cambiarla.

Sin dudas, poemario-homenaje al crisol en que se fundió la cultura cubana. Pero al mismo tiempo, una apreciable recurrencia a la mujer como universo sexual, enmarcada en el paisaje antillano, cubano. Panorama onírico que trasmuta las almas y los cuerpos en una constante transformación del “otro” en “el otro”, en antropológica visión del “soy” y el “eres” contenido en lecturas nuevas del cuerpo femenino que aparecen en la composición “Madrigal”

Sencilla y vertical,
como una caña en el cañaveral.
Oh, retadora del furor
genital:
tu andar fabrica para el espasmo gritador
espuma equina entre tus muslos de metal.

De ese libro hay un poema en que con más claridad aborda el poeta la transculturación como raíz y esencia de la mujer cubana. En ella muestra su valentía y ternura jamás desunidas; continuidad de generaciones. Expresión de que el poeta ya piensa a la mujer como ser social de su tiempo. La dota de un nostálgico aire de raza, pero en el fondo, le reconoce su fuerza telúrica proveniente de aquella misma mezcolanza de sangres en sus venas, herencia en “El abuelo”.

Esta mujer angélica de ojos septentrionales,
que vive atenta al ritmo de su sangre europea,
ignora que en lo hondo de ese ritmo golpea
un negro el parche duro de roncos atabales.
Bajo la línea escueta de su nariz aguda,
la boca, en fino trazo, traza una raya breve,
y no hay cuervo que manche la solitaria nieve
de su carne, que fulge temblorosa y desnuda.
¡Ah, mi señora! Mírate las venas misteriosas;
boga en el agua viva que allá dentro te fluye,
y ve pasando lirios, nelumbios, lotos, rosas;
que ya verás, inquieta, junto a la fresca orilla
la dulce sombra oscura del abuelo que huye,
el que rizó por siempre tu cabeza amarilla.

Cierra esta prolífica etapa creativa de Nicolás Guillén un poemario antológico por su estructura interna y el contenido de las obras en él recogidas. Concebido en 1943, “El son entero” hace gala del acento popular que caracteriza a la obra de su autor. Y al tiempo se mantiene la propuesta de ver lo femenino como la Mujer-mujer. Deseada, que compara con la caña, símbolo nacional de prosperidad económica. Añoranza de amores idos. La mujer como compañera, dicotomía de dolorosa presencia-ausencia presente en “Agua del recuerdo”.

¿Cuándo fue?
No lo sé.
Agua del recuerdo
voy a navegar.
Pasó una mulata de oro,
y yo la miré al pasar:
moño de seda en la nuca,
bata de cristal,
niña de espalda reciente,
tacón de reciente andar.
Caña
(febril le dije en mí mismo)
caña
temblando sobre el abismo,
¿quién te empujará?
¿Qué cortador con su mocha
te cortará?
¿Qué ingenio con su trapiche
te molerá?….

A modo de reflexiones…para seguir pensando.

Abarcar el quehacer poético de Nicolás Guillén en pocas cuartillas es tarea ardua y compleja. Imprescindibles por su peso en la obra poética de Guillén entre otras, destacan al menos dos regularidades que han sido abordadas en el presente trabajo.

En primer lugar es innegable y totalmente imposible de obviar la presencia en ella de una constante en el tratamiento al tema de la figura femenina y sus múltiples aristas. Siempre con miradas intencionadas, pero para nada ofensivas, peyorativas ni racistas. Trátese de la ausencia casi completa de menciones a la mujer blanca por un lado, y la permanente alusión a la mujer “no blanca”; mestiza, mulata, criolla, negra, por el otro. Este rasgo dota a la poesía de Guillén de un estilo y contenido muy personal, armado a partir del dominio de las herramientas del arte de versificar con fluidez, gracia innata, y de habilidades incuestionables para manejar el idioma.

Obra que muestra el dominio de una lengua como el Español, versátil, pero peligrosa en su riqueza semántica. Mostrando un significativo sabor popular sin que ello signifique concesiones a la guapería barriotera y mucho menos a la chabacanería, siempre dispuesta a saltar ante el menor desliz del hablante o del “escribiente”.

En segundo lugar, Guillén, como pocos, escrutó con su pluma el cuerpo femenino y sus significados. Supo extraer de sus lecturas un mundo rico, cambiante y comprometido, en comunión con sus propias ideas. No por azar es reconocido y reconocible como el “Poeta Nacional”.

Él mismo es la nación-tambor, la nación-sensualidad, la nación-verso que dice y reclama, que arenga y compromete con su accionar. Porque en su poesía “negra”, “afroantillana”, la mujer y el erotismo, unidos en un todo, se convierten en advertencia y en lucha por un porvenir que indefectiblemente tiene que ser mejor.

Citas y Notas

*-En adelante, todas las citas sobre los versos de Nicolás Guillén están tomadas de Augier, A. (1979). Nicolás Guillén. Obra poética 1920-1958. 2 tomos. La Habana. Editorial Arte y literatura.

Referencias bibliográficas.

-Anderson Imbert, E. (2005). Historia de la Literatura Hispanoamericana. 2 tomos. La Habana. Editorial Félix Varela.
-Augier, A. (1979). Nicolás Guillén. Obra poética 1920-1958. 2 tomos. La Habana. Editorial Arte y literatura.
-Sabater Palenzuela, V. M. (2007). Sociedad y religión. Selección de lecturas. 2 tomos. La Habana. Editorial Félix Varela.
-Guillén, N. (1975). Prosa de prisa. 2 tomos. La Habana. Editorial Arte y Literatura.

 

José A. Cabrera Navarrete. Licenciado en Ciencias Sociales e Historia por el Instituto Superior Pedagógico “Enrique José Varona”, MSc. en estudios de género. Profesor Auxiliar en la Universidad “Jesús Montané Oropesa” de la Isla de la Juventud, miembro de su asociación de base de la UNHIC. Ha publicado artículos y ensayos en revistas de Cuba, México y España sobre temas históricos, visibilización de la mujer en la Historia de Cuba y de América, Didáctica y metodología de la enseñanza de las Ciencias Sociales en la Educación Superior y otros. Ha participado en eventos nacionales e internacionales. Participa en los Talleres Nacionales “Visión múltiple de la lucha insurreccional”.

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