September 21, 2023, by Cuba Research Forum

La herencia

Resumen: Un relato breve sobre la tierra en Cuba. // Summary: A short story about land in Cuba.

Para Delio Orozco esta historia, seguramente
extraída de su campo de estudios…

Soy un hombre de campo. Mis pupilas se aguzan sobre la vereda cuando la siembra se cosecha y los pastizales rebosan las crías de ganado. Vivo en lo más remoto del valle Segre, sin que nadie me perjudique ni dispensen las pasiones que crea la ciudad, y de los hombres en ella. Me adelanto en la tranquilidad de sus amaneceres con el fortalecimiento de mis miembros, que es mucho mayor en la sorpresa de cada día. Son distintos los cielos que me dispongo a mirar. La humedad del valle o sequías que respiro mientras laboro, es un olor característico que no separo de mi orgullo…

Todo lo que produce esta tierra me permite un cúmulo modesto de ingresos al año, por razón de contratos para bienes de servicios agropecuarios. Acres de tierra, sí, mayoritariamente rentadas por el Estado; y un personal disponible a mi dirección, satisfechos de lo que hacen y reciben. De modo que: campesinos, sabemos del trabajo sacrificado con los beneficios que nos produce la tierra desde tiempos inmemoriales. Toda la razón de sobrevida viene de ella y vuelve a ella.

Esta comarca de antaño fue propiedad del doctor y hacendado Juan Carlos Sierra, exmilitar mambí, con grados de coronel, que terminó la guerra dueño y propietario de mucho más de lo que hoy poseemos; pero que se sumó a la seudo-república y a los gobiernos de turno; alcanzando grandes producciones que lo hizo muy rico en esta zona. Mis abuelos trabajaron aquí, fueron empleados suyos, y aquí se conocieron. Me aficiono a hablar de esos recuerdos, porque son realmente los míos, mis ancestros, y otros tiempos… Mis padres, que siguieron esta labor del campo por la continuidad de la familia. Yo alcancé a estudiar gracias a los herederos del señor Rodríguez y sus bondades, que nos dieron tutela y seguimiento a tres de los hijos, de sus empleados en La Casona. Para cuando finalizó la guerra, mis abuelos habían heredado toda la tierra de su propietario, pues sus hijos habían emigrado a los Estados Unidos, y no tenían interés alguno por el campo; ellos estudiaron en ese país, y prefirieron establecerse y hacer sus familias en ese lugar… luego vinieron a administrarla y adiestrarse, por un tiempo medianamente largo, pero regresaron dejando a los viejos su propiedad. De modo que crecí también montero en toda esta zona, continuador de los consejos de mi padre para hacer producir la tierra. Después de la guerra, la última guerra y La Reforma, con la revolución… vinieron a darnos seguridad de todo lo nuestro. Que nos pertenecía ya desde hacía mucho tiempo. También llegaron mis hijos, y la experiencia que les he dado para hacer de ella la mejor ventura.

Así entramos en procesos de cambios como nos adiestraba el gobierno, para recibir cada año brigadas cooperativas de estudiantes venidos de la ciudad; y estos se alojaban en instalaciones dispuestas para ellos. Que tendrían aquí la misión de ayudarnos a sembrar nuestras posturas: tomate, boniato, lo que fuera propicio; o a recoger… y la tierra preparada a condición de estas posibilidades. Fue grato saber que se proponían el vínculo de los estudiantes con el campo para la experiencia laboral. Y esos jóvenes, con el espíritu creado, nos echaban manos de ayuda, dada la extensión de nuestras tierras; aunque no siempre fructíferas; porque en las evaluaciones finales y recogidas, también teníamos pérdidas. Todavía esta masa dislocada e informal, con un único guía en grandes zonas por grupo, no podían controlarse del todo, y nos dejaban también sinsabores.

Luego vinieron planes acomodaticios, exigiendo más colaboración con determinados productos sobre otros. Facultosos de la manigua y la esencia que respira nuestras tierras, para lo que ya han sido labradas. Así que de pronto desearon sembrar cañas y garantizar la economía, protegernos el terruño. Un propósito que vino por necesidad. Y ya habían dado por establecido los diez millones… Fue desgastante y angustioso ver aquellas brigadas y sus camiones ir y venir; corrió un precio bastante alto sobre el campo. Cuando toda aquella oleada terminó, de los diez millones sin cumplir; mi territorio quedó desbastado; solos, y esta vez, con algunos miembros dispersos de la campechanía, nos dimos a la tarea de hacer brigadas de rescate. Una acción que nos llevó sangre, desenterrar raíces de toda la cuesta pasada. Volver a fertilizar todo aquello y, por supuesto, periodos muertos sin ningún tipo de sembradías. Nada optimo el asunto. Pero… ya estamos en otro estado de lógicas, especializados y vivos.

Si levanto la vista por encima del prado, hallaré los penachos reverdecidos de un monte de plátanos que está más acá de los límites. En el extremo derecho hacia la parte sur, grandes hectáreas de boniato, que se nos dan muy buenos, y más abajo, los tomates que espigan tan pronto comienzan a florecer. Detrás del Caserón, que es el norte, aún nos queda mucho campo. Realmente es el frente de la casa, pero nosotros los campesinos construimos al revés. Casi siempre la cocina es nuestro frente, se crea una extensión de estar, abierta a todos, que atendemos y lo hacemos a tertulias desde aquí. No voy a describir todo lo que poseemos porque no es mi propósito, solo que somos un equipo, y que el gobierno nos compra nuestro producto. Nuca es satisfactorio el precio que nos da, pues nos resulta bastante bajo, pero vamos tirando y no hay otra. Se nos acrecientan también problemas con el tema de la crisis. No siempre envían a tiempo los carros; la falta de gasolina —ellos dicen—, y las veces que el producto recogido se nos pudre, adquiere ya otro valor, si es desplazado a otros intereses. Es el caso del mango, que días recogidos y sin llevar… es ya una pulpa lo que deja, no es el mango fresco como queremos. Después que establecieron un Instituto Superior Agropecuario en esta zona, pues estuvo más animado todo esto, pues hombres sabios (profesores de esta escuela, con espíritu científico) hablaban de cómo hacer mejor rendimiento, eliminando las plagas con tal o más cual producto. Médicos veterinarios para la inseminación, en fin, y que tanto necesitamos para las crías. Y allá acudieron también nuestros estudiantes, a hacer carrera universitaria. No hubo hijo de campesino que comprendiera esa edad, que no quisiera pasar por esta escuela. ¿Cuándo en la vida podíamos aspirar a ser especializados por instituciones superiores los hijos del campo? Nunca; eso es verdad. Entonces, venían más dispuestos a enseñarnos; y aquello tan tradicional que siempre hacíamos, era un error para los nuevos tiempos de producción. Una pléyade de científicos se hacía lucirse y los dejamos hacer. Pero un país inestable, movido de lo que nos empujaba el mundo afuera, tenía que producir también sus éxodos; y después de los sucesos de la Europa del Este, la caída de nuestros aliados, los ingenieros se sintieron más útil en la ciudad, sobre todo en la capital, pero también venían a buscar en nuestros montes a los policías que operarían en esa ciudad; tropas especiales, y otros campos del saber eran buscados aquí. Se fueron desplazando nuestros ciudadanos, y renegando de lo que hemos sido siempre, campesinos toda la vida; y yo leyendo otra vez en el manual de mi padre, de que esta tierra guardaba un secreto tesoro de antigua data, de los tiempos de la colonia; por eso es que se la acogió el hacendado mayor, su propietario, el Señor Rodríguez, y nunca lo encontró. Y si lo halló, fue muy secreto en él. Se dice que, en esta tierra estuvo el Almirante, el mismísimo Cristóbal Colón; y dejó algo escondido para su regreso, Quizás haya sido la frase, que se hizo plaza primero aquí. Que, desde este lugar, se dijo; fueron pronunciadas esas palabras de: “esta es la tierra más bella que ojos humanos han visto”. No sé si será cierto, o mito, que se ha creado y cultivado en nuestro valle. Pero imaginables o no, lo responsable es ver; que es una sorpresa encontrarnos también arrancados de nuestras entrañas a los hijos que hoy aspiran a la socialización de amigos con el estado mediático, y se van disociados por la internet. Olvidan nuestro campo, la acción en ellos es con más frecuencia “progresar”, eso significa huir de nosotros, dejar el aliento de lo que siempre han sido, porque nos equivocamos seguramente; y esos niños han sido provocados a la excepción…

Ahora nos enfrentamos al silencio, como nunca antes caído sobre los márgenes de un servicio de esperas por ambas partes. El agricultor, que no da abasto con una serie de acuerdos productivos, y no escatima confianza por el esfuerzo a destiempo, y corre con lo de los insumos que debieran llegarle, en fin…, el Estado, que ve, de la tardanza del campesino una anomalía, una rémora no explicable a los intereses, que cree, son la razón el pueblo, y que espera con urgencia la salida de esas prácticas erróneas de todos los dislates.

Es una postura selvática. A veces la casa confirma el sueño. Vino un tiempo en que nuestro campo se hizo orillero, áreas verdes para el atraso. ¡Quién diría, años después, que esta zona iba a estar desabastecida, terriblemente desarticulada hasta llegar a la hambruna! Pero aquellos montes hablaban por sí; traían de sus cimientos y raíces, otra ficción de antaño; contados por el viento con el rosario de sus hojas… Todo contratiempo sobre la real vivencia es una trampa del hocico en que husmeamos los esfuerzos. Aquí se abalanzó un directivo como el “ente divino” que desplazó los quereres de los ancestros, y la tierra empezó a enfermar, o el hombre, a disminuir su capacidad. Por eso nos despertamos un buen día con la sorpresa de todo el incendio. Puntos culminantes batiéndose en humos. Las ralladuras de unos ancestros quemando el tiempo sobre las piedras, tras un mensaje nada breve: “Hombres con pelos hasta la garbanza han venido aquí, a esta tierra; y no podrán morar en ella los maníacos de los poderes encontrados” …

Comienzo a levantar cabeza, y hallo en el fondo del Caserón, por encima de la cuesta de los árboles, un espíritu lacayo que aún sonríe…

 

Julio César Montero Pacheco. Manzanillo, Granma. Pintor, escultor, dibujante, poeta y narrador. Miembro de la UNEAC.

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