September 19, 2022, by Cuba Research Forum

Baracoa, tierra primada de Cuba

Resumen: Para conocer la primera ciudad de Cuba. // Summary: For to know the first cuban city.


Por: Alejandro Hartmann Matos.

El Almirante, Cristóbal Colón Fontanarossa, arribó a Baracoa con dos de sus navíos, “La Niña” y la “Santa María”, un 27 de noviembre de 1492. Ese día presta atención a todo lo que le rodea y sigue con detenimiento cada detalle que le impresionó.

El Gran Navegante nunca pensó que iba a tener el privilegio de ser el primero que describiera la extraordinaria naturaleza de la Primera Villa cubana, prodigiosa región con varios ríos que embrujan por sus aguas clarísimas y puras y por la riqueza inigualable de macizos montañosos de bosques que parecen doncellas verdes. Se destacan las Cuchillas del Toa (declaradas por la UNESCO en diciembre de 1988 como Reserva de la Biosfera). Sus terrazas marinas de emersión y sus tibaracones (barras acumulativas de arena o deltas lineales situados entre el mar y el río) son irrepetibles en la topografía cubano caribeña.

Nombre científico: Polymita Picta / Reino: Animalia / Clase: Gastropoda / Familia: Helminthoglyptidae

Estudiosos opinan que el terruño baracoano es la parte más trascendental de la biodiversidad de Cuba y del Caribe por poseer el mayor porcentaje de especies endémicas de la flora y la fauna como el Almiquí (Solenodón cubanus), el Gavilán Caguarero (Chondrohierax Wilson), la Ranita de Iberia (Eleutherodactylus iberia), la más pequeña de Cuba y el caracol terrestre más bello del mundo, la Polymita picta.

Por eso, tenemos el privilegio de ser el más importante sector del Parque Nacional Alejandro de Humboldt, declarado por la UNESCO, en diciembre del 2001, Sitio de Patrimonio Mundial de la Humanidad.

Baracoa tuvo la primacía de ser la prístina villa fundada en Cuba por el Adelantado Diego Velásquez el 15 de agosto de 1511. La denominó Nuestra Señora de la Asunción, pero no pudo prescindir de su topónimo Baracoa que en voz Arauca significa “existencia de mar”. Fue la primera capital y en ella se erigió, en el 1517, el Primer Obispado y obtuvo la condición de ciudad por Bula de León X.

En el periodo de 1511-1515 se produjo el contacto más dilatado entre españoles y nuestros antecesores aborígenes. No podemos prescindir que los elementos hispánicos de la economía, de la cultura, de la religión, de la arquitectura, de la forma de gobierno, entre otros, arribaron a estas tierras primero que en el resto de las villas instauradas.

Después que Baracoa dejo de ser Capital en el 1515, durante dos siglos fue abandonada por las autoridades españolas.

Entre el 1739 y 1742 se construyó un sistema defensivo en Baracoa, debido al desarrollo del contrabando, presencia constante de corsarios y piratas en la zona y por las contiendas y rivalidades entre España e Inglaterra. El Capitán General de la Isla, Juan Francisco Guemes de Horcasitas, ordenó al Gobernador de Santiago de Cuba, Francisco Antonio Cagigal, hacer un minucioso estudio topográfico de la ciudad para proteger a la villa. Este trabajo le fue encomendado al Capitán y Comandante de Armas de Baracoa, Pedro Oviedo, quien levantó cuatro fortificaciones. Las mismas fueron las primeras edificaciones de mampuesto que tuvo la Ciudad y que la circundaron de este a oeste y de norte a sur: El Castillo Seboruco o de Santa Bárbara (hoy, Hotel Castillo), el Fuerte Matachín (Museo de la Ciudad), el Fuerte La Punta (restaurant Guamá) y el Fortín Majana (proyecto de restauración).

La presencia de colonos franceses que huyeron de la Revolución de Haití entre el 1791 y 1804 y se asentaron en Baracoa, le dio un florecimiento a la economía local al introducir los mismos las plantaciones cafetaleras e incrementar las producciones de cacao, caña de azúcar y frutas.

En el siglo XIX por el puerto se exportaron raspadura o mascabado, café con un promedio de 6000 arrobas anuales, tabaco en rama, tabaco elaborado, aguardiente de caña en pipas, y miel de purga en bocoyes y frutos menores. Los bergantines, vapores, goletas que llevaban estos productos a los principales puertos de la Isla, al continente europeo, islas vecinas y a Estados Unidos, se convirtieron en parte intrínseca del desarrollo de la ciudad. En ellos también se recibían los suministros necesarios que no producía la región para abastecerse. Aunque hubo un crecimiento discreto, desde que se habilitó el Puerto para la exportación, y los franceses asentados coadyuvaron a un mejoramiento de la villa, Baracoa se caracterizó por una simbiosis de influencias aborígenes, anglosajonas, francesas y españolas que le dieron un sello en su arquitectura vernácula, una arquitectura sui generis simple que responde al devenir de su historia. Adquirió la tabla de palma y guano de ascendencia aborigen; las buhardillas sobre cubierta, las tejas, las persianas, los pisos y las cubiertas de madera fueron aportados por los galos. La tipología espacial de sala, saleta, dormitorios, patio, tejas criollas y altos puntales fue de herencia hispánica. Lo anglosajón, en el uso del machihembrado y en la buhardilla sobre cubierta.

Baracoa ha conservado de generación a generación un rico patrimonio vivo que ha mantenido una solida diversidad cultural expresada en los variados vocablos aruacos que en la vida cotidiana usamos en fitónimos, topónimos y zoónimos y de la riqueza material. Por toda la región nos encontramos todavía descendientes de nuestros taínos de baja estatura, extremidades cortas, pómulos salientes, arcos superciliares abultados, pelos lacios, ojos rasgados y piel aceitunada.

La zona tiene una variedad de comidas, dulces y bebidas que la identifican y que se comen y beben en las fiestas, en los velorios, en las comidas diarias, en las meriendas y en las actividades productivas. Entre los más de 100 platos tenemos el bacán (especie de tamal de plátano con leche de coco, carne de puerco, cangrejo o pescado), el tetí (pececillo transparente de dos centímetros de largo que entra por las desembocaduras de los ríos, cuando la luna es menguante, desde julio hasta enero). Los moradores lo degustan entomatado, frito, en tortilla y seco, enchilado de cangrejo con o sin leche de coco.

Entre los dulces más representativos y que para saborearlos hay que visitar a Baracoa es el exquisito “cucurucho”, símbolo de la Primera Villa; se confecciona con coco rallado, al que se le añade naranja, fruta bomba, guayaba, azúcar y miel y se pone hervir hasta que esté listo para comer. Se envuelve la masa cocida en un envase cónico, hecho con la yagua de la palma real, lo que le sirve de conservante natural. Otros como el “frangollo” (raspadura de plátano), “la tulanga” (raspadura de yuca) y el rico “chorote” bebida que se hace de la bola de cacao a la que se añade leche de coco, harina de yuca, de castilla, de maíz o de banano, constituyen fuertes tradiciones del patrimonio culinario local.

Todas estas costumbres son centenarias. Sus orígenes vienen desde los cafetales y cacahuales de los siglos XVIII y XIX, donde los esclavos fueron partes intrínsecas de las Rutas del Café y del Cacao en las haciendas francesas e hispánicas, donde nació, según afirman varios antropólogos, historiadores y musicólogos, el son oriental.

De ahí la fuerza del grupo danzario musical, del son más primitivo de Cuba, el Nengón y Quiriba, que en la comunidad del Güirito en Baracoa, cuando finalizan las cosechas del cacao, danzan, cantan y tocan el tres, la marímbula, el güiro, las maracas, el bongó y la guitarra como hace más de ciento cincuenta años. De esta agrupación afirmó Argelier León, musicólogo cubano ya fallecido, cuando compartió con ellos: “Estas son las células primarias del son”.

Baracoa es un ámbito en el que convergen hombres, plantas y animales en una armonía distintiva. Sus paisajes son únicos donde la fuerza de la naturaleza llega al corazón del visitante y donde la sonrisa y la amabilidad se dan en ritual espontáneo para los que desandan nuestras comarcas y caminos.

Nuestra Ciudad es un hechizo porque comenzó su larga historia primero que otros en nuestra isla, la misma es una depositaria de tesoros humanos vivos con sus cantos, sus leyendas, sus luchas por la emancipación de la tierra de Martí, sus costumbres, sus bailes, su culinaria irrepetible, sus lluvias pertinaces, sus verdores policromos y la inmensidad de su belleza humana.

Baracoa es así, tocada por los dioses indios que nos dan día a día sus gestos francos y el corazón abierto para que cada vez que nos visiten se lleven nuestro puro, sincero y leal sentimiento y la indeleble huella de una naturaleza mágica.

Alejandro Sebastián Hartmann Matos. Guantánamo, 1946. Licenciado en Español y Literatura y Máster en Promoción Cultural por la Universidad de La Habana. Vicepresidente de la Red de Oficinas del Historiador y del Conservador de las Ciudades Patrimoniales de Cuba. Director de la Oficina del Conservador de la Ciudad Patrimonial de Baracoa. Historiador de la Ciudad. Miembro de la UNEAC, la UNHIC, la Sociedad Espeleológica de Cuba y la Fundación Antonio Núñez Jiménez.

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