September 13, 2022, by Cuba Research Forum

El general* y los esclavos

Resumen: Los revolucionarios cubanos en 1868 y la esclavitud. //Summary: Cuban revolutionaries in 1868 and slavery.

Por: José Abreu Cardet.

La élite que en octubre de 1868 organizó la sublevación contra España era un grupo de terratenientes, profesionales y de otros oficios y orígenes pero eran lo que en la Cuba de 1868 se consideraba en el sentido social un blanco. Entre los conspiradores no había negros, ni mulatos que tuvieran un papel clave en la organización y dirección de la revolución y mucho menos esclavos.

Fue la decisión de la parte blanca y propietaria de la población cubana la que prevaleció en la dirección de los alzamientos de octubre, noviembre de 1868 y febrero de 1869. El grupo regionalista caudillista de Manzanillo lo expresó muy claramente en su programa político. Este fue cuidadosamente elaborado por un grupo de terratenientes blancos, el 6 de octubre, en el ingenio El Rosario. El lugar era todo un símbolo de las ideas que lógicamente debían de prevalecer en el. La independencia de la isla se organizaba por un grupo de propietarios de esclavos. La versión final de este programa, leído el 10 de octubre en La Demajagua, también un ingenio azucarero donde laboraban esclavos, expresaba “[…] deseamos la emancipación gradual y bajo indemnización de la esclavitud”.(1)

Siempre se ha interpretado ese razonamiento de Céspedes como una especie de intento de atraerse a los grandes hacendados esclavistas del occidente. Quizás en el criterio podía existir ese trasfondo, pero en esencia es la opinión de un grupo de propietarios de esclavos. Es cierto que las cifras de esclavos en el oriente eran muy reducidas. Pero también debemos de comprender que el capital de esta gente era escaso por lo que el campesino o terrateniente que tuviera uno o dos esclavos tenía una propiedad de cierta importancia respecto al total de sus riquezas. Además propiedad que le era rentable, pues de otra forma no los hubiera adquirido. No podemos olvidar esa realidad. En el mismo documento se expresa el criterio que se tenía respecto a los negros: “[…] la isla de Cuba no puede prosperar porque la inmigración blanca, única que en la actualidad le conviene, se ve alejada de nuestras playas por las innumerables trabas en que se le enreda”.(2)

Es un concepto por entero racista. Muy en boga en el pensamiento de la burguesía cubana de la época. Toda la documentación generada por el gobierno revolucionario constituido en Bayamo, luego de la captura de esa población, tiene el sello de ser emitida por propietarios de esclavos.

La actitud oficial del gobierno establecido en Bayamo sobre la esclavitud quedó plasmada en una orden del día 29 de octubre publicada en El Cubano Libre: “Queda prohibido desde este momento a todos los jefes y subalternos del Ejército Libertador admitir esclavos en sus filas, a menos que sea con facultad de sus dueños o mía”.(3)

En un bando del 12 de noviembre de 1868 respecto a la esclavitud se disponía que serían juzgados y ejecutados los soldados y jefes de las fuerzas libertadoras que: “[…] se introdujeren en las fincas ya sea para sublevar o ya para extraer sus dotaciones de esclavos”.(4)

El 27 de diciembre de 1868 Céspedes firma un decreto de abolición condicionada de la esclavitud en el que expresa: “Quedan declarados libres los esclavos que sus dueños presenten luego con ese objeto a los jefes militares reservándose a los propietarios que así lo desearen el derecho a la indemnización”.(5)

Todos estos documentos merecen varias lecturas. Es cierto que refleja el criterio de la dirección revolucionaria oriental respecto a la esclavitud. Esta al igual que cualquier otra propiedad sería respetada por el nuevo estado instaurado en los territorios ocupados por los insurrectos. Pero al mismo tiempo esas órdenes del día y bandos prohibiendo incorporar a las fuerzas libertadoras a los esclavos nos pueden situar ante una realidad. Algunos patriotas comenzaron a incorporar a las fuerzas insurrectas esclavos sin la autorización de los dueños. También es posible que otros propietarios, como hizo Céspedes con sus esclavos, los liberó** lo que fue sancionado por el líder insurrecto en su decreto de abolición de la esclavitud.

La realidad de la guerra también fue un factor importante a la hora de decidir sobre los esclavos. Las victorias insurrectas de los primeros meses de la contienda se debieron esencialmente a la superioridad numérica. Esta relación era necesaria mantenerla a toda costa lo que fue comprendido por los líderes revolucionarios. De inmediato se recurrió a la masa de esclavos donde se comenzaron a reclutar los hombres útiles para la guerra. En la jurisdicción de Holguín ocurrió un hecho que puso al descubierto la diversidad de criterios que tenía la dirección revolucionaria sobre un asunto tan delicado como la esclavitud.

El 3 de enero de 1869, Julio Grave de Peralta el líder local de mayor relieve le cursaba órdenes al comandante de armas de Mayarí, Carlos María Delgado, donde le decía: “[…] procederá según las instrucciones que le he dado á reclutar todos los esclavos útiles para la guerra, sin extraer ninguno de los que considere inútiles de las fincas de sus dueños para servir en otras, pues aunque todos son libres están obligados a los que fueron sus dueños sin pagas mientras que dure la guerra […]”(6)

De esta forma de hecho la esclavitud quedaba eliminada del territorio holguinero controlado por los insurrectos. Por la amplia gama de necesidades de un ejército una parte considerable de los esclavos podían ser incorporados a las tropas libertadoras. Este documento contradice por entero todo lo estipulado por Carlos Manuel de Céspedes desde el día del alzamiento respecto a la esclavitud. ¿Conocía Céspedes que esto ocurría en una comarca subordinada a su gobierno? Un hecho parece arrojar luz sobre la actitud de Céspedes respecto a esta medida de Julio Grave de Peralta. Los propietarios de un ingenio de la comarca holguinera le propusieron a Julio Grave de Peralta: “[…] se les dejasen las respectivas dotaciones de sus fincas á condición de ceder todos los frutos de la misma al Gobierno de la República”.(7)

Julio Grave de Peralta informó de esta situación a Céspedes y le pidió autorización para aceptar esta oferta. Al no recibir respuesta de aquel insiste el 30 de marzo de 1869 en otra carta donde le expresa: “[…] como quiera que a un no ha descendido su resolución, ruego a U. se digne providenciar lo conveniente comunicármelo para la notificación que ha lugar á los interesados.”(8)

Podríamos preguntarnos, si fue una decisión personal de Julio Grave de Peralta, por qué tiene que solicitar autorización de Céspedes para realizar una excepción. Si analizamos esta documentación comprenderemos que Céspedes estaba al corriente de la forma de actuar de Grave de Peralta respecto a los esclavos. Incluso tal parece que el caudillo holguinero cumplía órdenes y disposiciones de Carlos Manuel.

También surge una interrogante ¿De dónde salió esa masa de esclavos que acompañó a Donato Mármol al combate del Salado? ¿Conocía Céspedes que Mármol reclutaba los esclavos sin autorización de los dueños? Es difícil que desconociera esa realidad.

Fuera de los detalles el hecho real es que tanto en el sur como en el norte de oriente los esclavos fueron incorporados a las fuerzas libertadoras independientemente de los criterios oficiales de la revolución.

¿Por qué esta extraña actitud de decir una cosa y hacer otra? Quizás pudo influir en esta dualidad el tratar de ganarse para la causa de la revolución a los hacendados occidentales propietarios de gran cantidad de esclavos. Pero no creemos que este fue el criterio que prevaleció en la dirección revolucionaria. Es asombrosa la sinceridad de esta élite en los documentos oficiales. El criterio que prevaleció fue producto de una realidad lacerante: la guerra. En estos momentos prevalecía una táctica entre los insurrectos: imponerse al enemigo por el número. El asunto dio resultado hasta el combate del Salado.(9) Para esto hacían falta todos los hombres disponibles por lo que fueron reclutados los que pudieran combatir fueran esclavos o libres.

Notas:

* Se refiere al General en Jefe Carlos Manuel de Céspedes. (Nota del Editor)
** El 10 de octubre de 1868, consecuente con su creencia de que «Cuba libre era incompatible con Cuba esclava», emancipa a todos sus esclavos en el ingenio Demajagua. Sobre ese hecho dice Bartolomé de Jesús Masó Márquez el día 13 de octubre del mismo 1868: “El Gral en Gefe, reunió sus esclavos y los declaró libres desde aquel instante invitándoles para que nos ayudasen si querían, a conquistar nuestras libertades; lo mismo hicieron con los suyos los demás propietarios que le rodeabamos”. (Nota del Editor)

Referencias bibliográficas:

1.-Fernando Portuondo y Hortensia Pichardo, Carlos Manuel de Céspedes. Escritos. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana. 1974. T I. p. 111.
2.-Idem p. 110.
3.-Idem p. 123
4.-Idem p. 129.
5.-Idem . p. p. 144, 145.
6.-Museo Provincial de Holguín, Fondo Julio Grave de Peralta, Libro de Borradores Al comandante de Armas de Mayarí Carlos María Delgado. 3 de enero de 1869
7.-Ídem A Carlos Manuel de Céspedes 30 de marzo de 1869.
8.-Ídem
9.-En el combate del Salado, librado contra las tropas colonialistas que avanzaban sobre Bayamo, los mambises intentaron imponerse por el número lanzando al combate una gran masa de soldados. La mayoría de ellos antiguos esclavos pero fueron derrotados.

José Miguel Abreu Cardet, Holguín, Cuba, 1951. Graduado de la Universidad de La Habana en 1975. Autor de numerosos libros y artículos sobre historia de Cuba y República Dominicana entre los que se encuentran: La gran indignación Santiago de los Caballeros 24 de febrero de 1863, Archivo General de la Nación, Republica Dominicana, 2015. Apuntes sobre el integrismo (Cuba 1868 1878), Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2012. Los senderos de la pasión: otra visión del 68, Editorial Holguín, 2010. El alzamiento de Neiba: Acontecimientos y documentos (febrero de 1863) Archivo General de la Nación, Santo Domingo, República Dominicana, 2012. Introducción a las armas. La guerra de 1868 en Cuba, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2005. Las Fronteras de la Guerra: mujeres, soldados y regionalismo en el 68, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2007. Es miembro de la UNEAC y de la Academia de la Historia de Cuba.

 

 

 

 

 

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