March 2, 2021, by Cuba Research Forum

¿Mujeres en los años treinta?: ¡A prisión!

Los años que corren entre 1930 y 1933 enmarcan en Cuba, las luchas revolucionarias durante la dictadura machadista, y propiciaron la fusión de hombres y mujeres para obtener un logro en común, la caída de Gerardo Machado.

La crisis económica, la prolongación del general Machado en el poder, – cuestión esta mal vista por los grupos de poder-; y una crisis política caracterizaban el panorama. Existía en la República un descontento generalizado que se observaba en todos los sectores obreros, estudiantiles, intelectuales, incluso políticos. La policía no velaba por la tranquilidad ciudadana, sino que devino en instrumento deshumanizado para reprimir la cólera popular, promoviendo un sentimiento de repulsa. La realidad cubana evidenciaba la crisis del modelo neocolonial y la aparición de una situación revolucionaria.

Desde los años veinte las cubanas venían luchando por su derecho al sufragio y otras reivindicaciones, pero a partir de 1930 esta cuestión particular de la lucha femenina, fue llevada de la mano con la salvaguarda del país. Como asegurara Mariblanca Sabas[1] en cierta ocasión: “(…) Las mujeres no sabemos perder, cuando la vida de la Patria, -que si para los hombres es Madre para nosotras es Hija- está en peligro”.[2] La libertad de la Patria-que se advertía amenazada- era un objetivo primordial que favorecería a todos.

El presidente de la República se había acercado a las mujeres con su discurso demagogo, ya desde 1925, refiriendo de estas: “Creo que la mujer tiene derecho a ejercitar las funciones cívicas, ya que ese derecho aparte de la razón humana y universal que lo abona, surge también legítimamente, de los esfuerzos que la mujer cubana realizó en la lucha larga y terrible por la conquista de la República Cubana.” [3]

Tratando de agradarles asistió a sus actos sociales, entre estos la apertura del Segundo Congreso Nacional de Mujeres (1925) y la inauguración del Lyceum (1928).

En este contexto, varias mujeres se dieron a conocer en el campo político inmersas dentro del proceso revolucionario que se gestaba.

 “Mujeres hacen frente al desorden republicano”

En el gobierno machadista la represión asechaba al pueblo, especialmente a obreros y comunistas. El estudiantado no quedó fuera de la agitación que se mostraba más notable durante el segundo mandato del general Machado. Así se evidenció durante los sucesos de la Tángana estudiantil del 30 de septiembre de 1930, una demostración de rebeldía contra la tiranía. Acción netamente universitaria, aunque estuvieron presente obreros y profesionales. En este episodio muere el estudiante Rafael Trejo y otros manifestantes resultan heridos y detenidos. Posteriormente se desata una oleada de manifestaciones a nivel nacional que denunciaban el asesinato del estudiante y los atropellos cometidos. Esa fecha, marcaba el inicio de un proceso revolucionario que adquiere verdadero contenido y talla histórica.

En medio de esta situación y de los posteriores hechos acaecidos, una gran mayoría de mujeres, defensoras de los derechos de la mujer, pasan a la lucha contra el régimen machadista y las siguientes administraciones. En la prensa de estos años la voz femenina va a denunciar en múltiples ocasiones los atropellos y barbaries cometidos por parte del Gobierno y el régimen carcelario al cual estuvieron expuestas.

En la velada del cadáver de Trejo, durante toda la noche, allí permanecieron las mujeres. También concurrieron al entierro, devenido en importante manifestación de duelo. Fueron tres mujeres quienes cargaron el féretro del estudiante caído: la escritora Ofelia Rodríguez Acosta[4] y las abogadas Flora Díaz Parrado y Ofelia Domínguez Navarro.[5] En una publicación de la época, se lee sobre la conducta de estas mujeres:

   La mujer cubana, representada no solo en voluntades individuales (…), sino, anónimamente, en la presencia de la mujer del pueblo, ha demostrado, de una manera que se hará imborrable en la Historia, el derecho inalienable que tiene a participar en la cosa pública. Y, lo más esencial, ha manifestado con su actitud, que sabe conquistar su libertad, más aún, su independencia y posición ciudadana, corriendo los mismos peligros que el hombre: uniéndose fraternalmente a él en la reconquista, mucho más dolorosa que la conquista, de sus derechos. (…) [6]

    Existía en toda la Isla un amplio frente de lucha que concuerda únicamente en exigir un total y definitivo cambio de régimen. A inicios de 1931, fueron detenidas la abogada Ofelia Domínguez, la profesora Dulce María Escalona,[7] las estudiantes Silvia Shelton Villalón e Inés Segura Bustamante, junto a otros estudiantes de distintas facultades. Detenidos todos, fueron remitidos al Castillo del Príncipe. Un titular del periódico El Mundo, anunciaba a sus lectores: “Cuatro damitas estudiantes durmieron anoche en el Vivac, 22 universitarios detenidos”. [8]

Al siguiente día, 4 de enero, fueron arrestados otros profesionales, entre ellos cinco mujeres, acusadas de conspirar contra el gobierno. Aquí estaban Ofelia Rodríguez, las doctoras Rita y Georgina Shelton, Carmen Vega y Teresa Casuso.[9] Según informes de la policía, los detenidos se encontraban conspirando contra el gobierno y al hacer la detención encontraron varios “documentos comprometedores”. Los detenidos, por su parte alegaron que se encontraban reunidos para tomar acuerdos relacionados con las gestiones que debían llevar a cabo para lograr que fueran puestos en libertad los miembros del Directorio Estudiantil detenidos el día anterior y con ellos las mujeres acusadas, así como enviar algunas frutas a las jóvenes detenidas.[10]

Durante estos años, en las cárceles del Castillo del Príncipe, el Reclusorio Nacional de Mujeres de Guanabacoa y la cárcel de Isla de Pinos, guardaron prisión política la maestra Rosa Pastora Leclere,[11] Calixta Guiteras Holmes,[12] Bertha Darder, María Lancís, Carmen Castro, Armonía Lípiz,  y otras, junto a las anteriormente mencionadas. La representatividad de la mujer de la época se pudo distinguir en este heterogéneo grupo de intelectuales, obreras, estudiantes, maestras, médicas y periodistas.

El desempeño de estas intrépidas mujeres, se desdoblaba entre el trabajo en el campo de la acción revolucionaria y de la colaboración. Muy pronto, resultado de sus actividades, además, tendrían que buscar escondites para huir de la policía y esquivar órdenes de detención. Comenzaron a ser objeto de persecución y agresión. Las casas y oficinas de trabajo eran vigiladas y registradas en reiteradas ocasiones. Para facilitar los arrestos, cuando no se hallaban las pruebas contundentes, la policía usaba ilusorios subterfugios y alegaba a falsos testimonios. Frecuentemente, las mujeres eran puestas en prisión junto con esposo e hijos. Muestra de la más vil brutalidad de que eran objeto, por parte de los “guardadores del orden”. El terror machadista que inundó las calles del momento, no tuvo compasión alguna por el mal llamado “sexo débil”.

A la vida clandestina y al exilio pasaron muchas de estas revolucionarias en tanto se hacían indeseables para los intereses del régimen imperante. Otras, corrieron peor suerte pasando al panteón de los caídos de la juventud proletaria y estudiantil. Tales son los casos de Herminia Barbarrosa; la joven obrera América Labadí Arce y la estudiante Mercedes Cheché Aniceto.

En mayo de 1935,- en los sucesos del Morrillo donde mueren Antonio Guiteras y el venezolano Carlos Aponte-, también hubo presencia femenina. Se trataba de las luchadoras antimperialistas Conchita Valdivieso[13] y Xiomara O’Hallorans, quienes guardaron prisión junto al resto de los guiteristas que fueron tomados prisioneros.

En resumen, el crecido apoyo femenino a la causa revolucionaria del momento, provocó la colerización del gobierno, ganando ellas espacio en las prisiones de la época. Para la década del treinta y con la lucha antimachadista, la población penitenciaria femenina fue en ascenso y llegó a cifras alarmantes. En ello influyó el aumento de las presas políticas con una representación significativa, muestra de la toma de conciencia y del ascenso de estas a la oposición machadista.

Lic. Kenia Santa Herrera Izquierdo.

[1] Mariblanca Sabas Alomá (1901-1983). Periodista, feminista y escritora cubana.

[2] Carteles, La Habana, 7 de diciembre de 1930, No.49, pp.24, 68.

[3] Memoria del Segundo Congreso Nacional de Mujeres organizado por la Federación Nacional de Asociaciones femeninas de Cuba, La Habana, s/e, 1925, p.61.

[4] Ofelia Rodríguez Acosta (1902 – 1975). Escritora y periodista cubana.

[5] Ofelia Domínguez Navarro (1894-1976). Abogada, feminista y luchadora de amplia trayectoria revolucionaria.

[6] Bohemia, La Habana, 12 de octubre de 1930, año 22, núm. 41, p.11.

[7] Dulce María Escalona (1901- 1976). Prestigiosa pedagoga revolucionaria.

[8] El Mundo, La Habana, 4 de enero de 1931, año XXX, núm. 10,020.

[9] Teresa (Teté) Casuso Morín (1912-1994). Destacada luchadora por la democracia y la libertad de Cuba.

[10] El Mundo, La Habana, 5 de enero de 1931, año XXX, núm. 10,021, p.1.

[11] Rosa Pastora Leclere (1888-1966). Gloria del magisterio cubano, considerada la primera maestra internacionalista cubana.

[12] Calixta Guiteras Holmes (1905- 1988). Participó en la lucha revolucionaria de los años treinta en Cuba. Miembro del Directorio Estudiantil Universitario.

[13] Miembro de Joven Cuba. Condenada por el Consejo de Guerra a 30 años de prisión, de ellos cumplió 4 años.

Posted in Uncategorized