September 17, 2024, by Cuba Research Forum
Palabras para una fiesta, una virgen y una ciudad.
Resumen: A propósito de la celebración de la «Fiesta del Mar» en septiembre 2024. //Summary: On the occasion of the celebration of the «Fiesta del Mar» in september 2024.
La cubanía o la Cultura Cubana, que no es lo mismo, pero es igual, resulta un proceso inacabado; y este decurso, en un indetenible fluir, funde y refunde, construye y decontruye a diario, las peculiaridades de un ser: el cubano. Rasgo distintivo de esta cualidad cubana es la religión que, en evitación de generalizaciones, por ello equivocaciones, podemos decir signa a más de la mitad de los habitantes de la isla.
La religiosidad de un hombre o grupo de hombres, resulta una complicada vertebración de ideas, sentimientos, inspiraciones líricas y oníricas, temores, necesidades y anhelos que pasan y van más allá de una aprehensión epidérmica de los que algunos llaman folclor; pues, para muchos creyentes, la mayoría, -y de ello no hay duda alguna-, su religiosidad es esencia nodal de su vida y existencia.
Si compartimos con Hegel la definición de que “Cultura es espíritu objetivado”, la religión, por su composición esencialmente espiritual, resulta práctica cultural por excelencia resultando entonces, elemento sustantivo para entender y transformar la cubanidad, porque, y no perdamos ello de vista, la cualidad de lo cubano no se transforma sola, la transformamos nosotros, los cubanos.
Como la religiosidad ha devenido consustancial a la condición humana y lo seguirá siendo por buen tiempo todavía, tal vez lo sea por los siglos de los siglos, su estudio permitirá entender ese laberinto caótico y fascinante que es el hombre y por silogismo, al cubano. Y véase si la religiosidad y sus implicaciones resultan medulares para el entendimiento de la cultura y específicamente de la cubana, que un suceso vinculado a ella vino a marcar el jalón pionero del núcleo de la espiritualidad antillana: la lucha por la libertad y la independencia, ora individual, ora colectiva, cuando el cacique Hatuey se negó a ir al cielo de los conquistadores españoles, y aunque no le preguntaron a dónde quería ir, seguro hubiera respondido: ¡Con Atabeira y los otros cemíes! Paradójica y bendita casualidad -¿será casualidad?-, el lugar del sacrificio fue en la periferia del Manzanillo de hoy, sitio poseído cada noche en pleamar por su eterno amante, el Golfo del Guacanayabo, cuyas aguas, ahora, llegan a nuestros pies para llevar a una Virgen, preces y votos.
Esta es una ciudad de inauguraciones y los que aquí estamos, asistimos a uno de esos momentos primigenios que, nacido del pueblo y extendido por tradición, tiene el signo de lo espontáneo y perdurará mientras las causas que le dieron origen, refuljan en la mente y el corazón de los creyentes. Este instante, además, resulta vívida expresión del constante reacomodo y edificación de la cubanía; pues, para nadie resulta un secreto, que la región está caracterizada por la práctica del espiritismo, creencia con muy pocos puntos de contacto, tanto en el ritual como en el fundamento con los cultos afrocubanos; sin embargo, muchos de los que hoy aquí están, estarán el lunes en la procesión dedicada a la Patrona de Cuba, y posiblemente, mañana entren a la balsa de cualquier cordón, porque la ganancia neta de nuestra cultura es el mestizaje, gústele a quien le guste, pésele a quien le pese, y si alguien lo duda, hágase un análisis de ADN.
De este modo, en un ir y venir, como las olas, el mar seguirá marcando la isla, y específicamente la ciudad, que inmersa en la forja de importantes notas culturales, por tanto existenciales, nos seguirá llenando de orgullo a pesar de los pesares, porque dioses, vírgenes, espíritus, santos y orishas, están con nosotros. Que así sea.
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